Caperucita y el ladrón

1

En un apartado bosque, a más de quince kilómetros de la ciudad, vivían en una preciosa casita Caperucita y sus padres. Una mañana, la mamá de Caperucita le dijo que la abuela había llamado por teléfono para decir que estaba resfriada.

2

Caperucita, preocupada por su abuela, le preguntó a su madre qué podían hacer para ayudar. La mamá de Caperucita le dijo que estaría muy bien que llevaran naranjas a la abuela para que pudiera hacer un zumo y así ayudarían a que se curase.

3

Es una pena que papá se haya llevado el coche a la ciudad, le dijo su mamá a Caperucita, porque andando tardaría más de dos horas en ir y volver, y tengo que enviar un trabajo por correo electrónico antes de las doce.

4

Caperucita, resuelta a ayudar en que su abuela se curase, le dijo a su madre que ella llevaría la cesta con naranjas a casa de la abuela. Toma las llaves de casa de la abuela, ten mucho cuidado por el camino y no pierdas el sendero, le contestó su madre.

5

Caperucita, haciendo caso a su madre, caminó contenta y cantando por el sendero hacia la casa de la abuela. Mientras caminaba se iba cruzando con muchos animales del bosque, a los que saludaba sonriente y les decía que iba a casa de la abuela porque estaba malita, y ella la ayudaría a que mejorase.

6

Iba tan contenta y distraída, que no advirtió que un malvado ladrón que quería robar en casa de la abuela, pero no sabía dónde estaba la casa, la estaba siguiendo y había comprendido que era el día perfecto para cometer su crimen. Un momento antes de llegar a casa de la abuela, el ladrón echó a correr para llegar antes que Caperucita a casa de la abuela, y se coló por una ventana.

7

Ya dentro de casa de la abuela, el ladrón vio que la abuela estaba en la cama dormida y sudaba mucho por la fiebre. Con mucho cuidado para no despertarla, la llevó aún dormida hasta un armario grande, y allí la encerró. El ladrón, como había tardado más de lo que esperaba en llevarla hasta el armario, y oyendo que la cerradura de la casa comenzaba a sonar, optó por ponerse un camisón y un gorrito de la abuela que estaban junto a la cama, y rápidamente se metió en ella para hacerse pasar por la abuela.

8

– ¡Hola abuelita, vengo a ayudarte para que te cures! – exclamó contenta Caperucita mientras entraba en la habitación de su abuela.

– Muchas gracias bonita – Contestó el ladrón fingiendo una voz ronca, al saber que la abuela estaba resfriada.

– Uy, que rara tienes la voz abuelita – le dijo Caperucita.

– Es que estoy resfriada cariño – le contestó el ladrón.

– Y que abajo te llegan los pies abuelita – le dijo Caperucita al ladrón al notar que era mucho más alto y los pies le llegaban muy abajo.

– Es que con la fiebre he crecido pequeña – le contestó nuevamente el ladrón.

– Y qué manos tan grandes tienes – comentó extrañada caperucita.

– ¡Son para robarte mejor! – gritó finalmente el ladrón, que saltó sobre Caperucita y la llevó a encerrarla en el armario junto a la abuela.

9

Mientras el ladrón comenzaba a rebuscar las cosas valiosas de casa de la abuela para robar, se acercaba a las ventanas a observar un guarda forestal, que extrañado de haber visto a una preciosa niña caminar sola por el bosque, los había seguido hasta allí sigilosamente. Y cuando comprobó que era un ladrón el que se movía por toda la casa disfrazado de la abuela, entendió que debía actuar y pidió refuerzos.

10

Cogiendo su porra y las esposas, el guarda forestal entró en la casa y aprovechando que el ladrón estaba agachado rebuscando joyas en el último cajón de una cómoda, le atizó un buen porrazo en la cabeza al ladrón, que lo dejó inconsciente y así le pudo poner las esposas mientras esperaba a que llegaran sus compañeros.

11

Una vez que el ladrón estaba esposado, oyó que gritaban pidiendo auxilio desde dentro de un armario, y corrió a liberar a la abuela y a Caperucita. Cuando llegaron los compañeros del guarda, se llevaron entre todos al ladrón a la cárcel y el guarda forestal se ofreció a acompañar a Caperucita de vuelta a casa junto a su madre, esta vez sana y salva.